Tato Bores y la política monetaria
¿Cómo vamos a sobrevivir sin emisión de pesos?
La semana pasada fue excesivamente movida para la economía y los mercados en Argentina.
El martes 25, el presidente del Banco Central, Luis Caputo anunciaba su “sorpresiva” renuncia a la dirección del banco
Un día más tarde, se presentaba el nuevo acuerdo del gobierno con el FMI, y Guido Sandleris, nuevo presidente del Banco Central, anunciaba una nueva política monetaria.
Las expectativas eran bastante malas previo al anuncio. Es que se especuló con que Sandleris era un marxista no leninista, o bien un fanático del chavismo o del kirchnerismo. Finalmente, no era el caso.
Como sea, lo importante, más allá de su persona y sus antecedentes profesionales, es que presentó una estrategia caracterizada por dos pilares fundamentales.
En primer lugar, la base monetaria crecerá 0%, 0 pesos, cero todo, hasta junio de 2019. Es decir, la cantidad de dinero emitida por el Banco Central de la República Argentina, que hoy asciende a un total de $ 1,27 billones, se mantendrá congelada hasta junio del año siguiente.
En segundo lugar, habrá bandas para el tipo de cambio. Es decir, el dólar podrá flotar libremente, pero solo entre los $ 34 y los $ 44, niveles que irán ajustándose un 3% mensual hasta fines de año.
De ahora en más, la tasa de interés será fijada por el mercado, de acuerdo a la demanda y la oferta de fondos líquidos.
¿Funcionará?
La crítica de Tato
Tras los anuncios, el dólar se movió al alza, llegando a tocar un máximo de $ 42 hacia el final de la semana.
En medio de esos movimientos, los funcionarios salieron a “comunicar” aún más los detalles del plan. En una entrevista en Clarín, el flamante presidente del BCRA sostuvo que:
“Si intervenimos a 44 todos los días de acá a fin de año la base monetaria caería 29/30% y no habría pesos para ir al dólar”.
Rápidamente, el periodista Marcelo Zlotogwiazda respondió en Twitter:
“Tampoco habría pesos para comprar papa, para cargar la sube, para pagar el alquiler, para la factura de gas y para cumplir con AFIP”.
Zlotogwiazda no fue muy original. De hecho, no hizo más que actualizar un monólogo del genial humorista Tato Bores, quien en la década del ’80 se reía de un plan monetario que implicaba, también, controlar la cantidad de dinero en circulación.
Tato simulaba el siguiente diálogo entre él y un funcionario nacional:
“Funcionario: Nosotros le pasamos el rastrillo al país, lo dejamos sin un mango, no queda un austral ni para remedios. No se emite, la gente no tiene guita para comprar dólares y el dólar baja…
Tato: Pero escúcheme una cosa, la gente está más seca que galleta de campo. La gente no solo no puede comprar dólares, sino que no puede comprar morfi, no puede comprar remedios, pastillas, ni peines ni peinetas, ¡nada puede comprar!”
De acuerdo con Tato, entonces, la política monetaria que restringe la cantidad de dinero en circulación podría dar resultados en términos de inflación y caída del dólar, pero a costa de una fuerte recesión y caída del consumo.
Los peines se compran con producción
Si la teoría “Tato” de la inflación fuera cierta, entonces lo único que habría que hacer para que la gente compre más bienes y servicios sería emitir más pesos. No obstante, eso no sale tan bien.
En los últimos años, entre septiembre de 2011 y septiembre de 2017, la base monetaria se multiplicó por 7. Sin embargo, el PBI real –es decir, la cantidad de bienes y servicios producidos por la economía- no solo no creció nada, sino que cayó un 3%.
¿Por qué pasa esto?
El motivo es que para comprar más bienes y servicios, lo que hay que hacer es producir más bienes y servicios primero.
Imaginemos una economía que no utilice dinero. En una economía de trueque, si una persona quiere comprar un peine, primero deberá haber producido algo de valor que pueda ser intercambiado por el peine que desea.
Si a esa persona “no le alcanza para el peine” es porque o bien está produciendo demasiado poco, o bien porque está produciendo algo que nadie valora. O sea que para poder efectivamente demandar el peine deberá aumentar el valor de su producción.
Después del trueque las economías pasaron a usar el oro como medio de intercambio. En las economías que utilizaron el oro como dinero también había que producir antes de comprar peines. La única diferencia es que se producía un bien, se entregaba a cambio del oro que otro había producido, y luego con ese oro se compraba el peine.
Ahora imaginemos qué pasaría si una persona, en dicha época, descubriera una máquina para multiplicar el oro de manera mágica, gratuita e ilimitada: ¿Se volverían todos ricos de la noche a la mañana?
La respuesta es negativa: lo que ocurriría es que el precio del oro caería, habría hiperinflación en oro y, acto seguido, el metal precioso sería reemplazado por otro bien para ser usado como medio de intercambio.
En las economías modernas, que utilizan el dinero de papel que emiten los bancos centrales, ocurre exactamente lo mismo.
En la medida que no aumente la capacidad productiva de la población, no habrá mayores ingresos y por tanto no habrá una mayor capacidad real de comprar bienes y servicios.
La emisión de billetes podrá disimular esto por un tiempo, pero a la larga lo único que va a generar es más inflación y devaluación.
Argentina ya probó mil veces con esta receta del fracaso.
Intentemos una vez con algo distinto.