Huerta de Soto sobre el abandono de la convertibilidad en Argentina
Extraído de la nota a pie de página número 9 de su “En defensa del euro“:
Quizás el ejemplo contemporáneo más manido por keynesianos y monetaristas para ilustrar las “bondades” de una devaluación y del abandono del tipo fijo sea el caso de Argentina tras el “corralito” que tuvo lugar a partir de diciembre de 2001. Este ejemplo es doblemente erróneo por dos razones. Primero porque, como mucho, el corralito es tan sólo una ilustración de la imposibilidad de que un sistema de banca con reserva fraccionaria pueda funcionar sin un prestamista de última instancia (Huerta de Soto 2011a, 610). Segundo, porque tras la tan alabada devaluación, el P.I.B. per cápita argentino se redujo de 7.726 dólares en 2000 a 2.767 dólares en 2002, perdiendo por tanto dos tercios de su valor. Esta caída del 65 por ciento de la renta y riqueza argentinas debería hacer palidecer a todos aquellos que hoy torpe y violentamente se manifiestan, por ejemplo e Grecia, para protestar en contra de los relativamente muy inferiores sacrificios y caídas de precios de la saludable e inevitable deflación interna que está imponiendo la disciplina del euro. Además, toda la charlatanería sobre las “impresionantes” tasas de crecimiento en Argentina, superiores al 8 por ciento anual a partir de 2003, poco o nada deben impresionar teniendo en cuenta la reducidísima base de partida tras la devaluación así como la pobreza, marasmo y carácter caótico de la economía argentina, donde un tercio de la población ha terminado dependiendo de las subvenciones y subsidios, la tasa real de inflación supera el 30 por ciento y la escasez, las restricciones, la regulación, la demagogia, la falta de reformas y el (des) control del gobierno son el pan nuestro de cada día (Gallo 2012).