¿Hizo bien Argentina en abandonar la Convertibilidad?

Iván Carrino / Lunes 24 de enero de 2022 / Dejá un Comentario

Repuesta breve: NO.

Respuesta larga: ver video o seguir leyendo más abajo.

Hace exactamente 20 años, el 6 de enero de 2002, a las 7:25 de la tarde, el Senado de la Nación aprobó la Ley de Emergencia Económica y derogó los artículos más importantes de la “Ley de Convertibilidad”, que por más de diez años había atado el peso a una tasa fija de 1 a 1 con el dólar.

Para la mayoría de los políticos de la época, abandonar la convertibilidad era la forma de salir de la crisis, algo que vendría principalmente por dos vías.

Por un lado, porque, como dijera Paul Krugman en un artículo del New York Times: “la rigidez de su sistema monetario impedía que Argentina tome el camino que cualquier país toma cuando tiene una deflación, que es reducir las tasas de interés o dejar que la moneda se deprecie”. Para Krugman, Argentina tenía que “dejar que el peso flote” y hacer como Gran Bretaña en 1931, o incluso Brasil en 1999, donde dejar flotar la moneda “mejoró enormemente la posición económica”.

El beneficio esperado en este caso era la mayor demanda derivada de la mejora del saldo exportador. Con una devaluación, las importaciones se vuelven más caras -haciendo que los consumidores locales demanden productos hechos en el país- y también se abarata en dólares lo que le vendemos al mundo, lo que daría un impulso a la demanda externa.

El segundo beneficio se derivaría de la recuperación de la “soberanía monetaria”. Es que sin soberanía monetaria (es decir, que el gobierno puede acudir a la máquina de hacer billetes cuando tenga necesidad de ello), la única forma de financiar déficits fiscales es la toma de deuda, lo que hacía que el país estuviera sometido a la “dictadura de los mercados financieros”.

Así, salir del “1 a 1” no solo iba a impulsar la demanda con una devaluación que mejorara el saldo comercial, sino que también nos iba a liberar de la tiranía financiera global, dándole mayor papel a las políticas activas del gobierno.

El diputado Carlos Heller, 10 años después, diría que “la eliminación prácticamente total de la Ley de Convertibilidad permite al país seguir avanzando en la recuperación de la soberanía monetaria y cambiaria plena, perdida en el período de las políticas neoliberales. Estos cambios permitirán, junto al resto de las medidas, mantener y profundizar las políticas de expansión de la producción y el empleo.”

¿Fue buena idea? Los costos de corto plazo.

Si uno mira los costos de corto plazo que tuvo la decisión, tiene que concluir que claramente no lo fue. El nivel de pobreza, que era alto, se disparó al 65,5% (Cedlas) a fines de 2002. El desempleo, que a fines de 2001 era del 20,9%, pasó al 24,5% para volver a bajar (a fines de 2002) al 20,3%. La inflación, por otro lado, pegó un salto al 40%, mientras que los salarios subieron alrededor de 5%. Por último, a quienes tenían dólares atrapados en el banco les devolvieron pesos ya devaluados.

Así describen la situación los historiadores Llach y Gerchunoff:

“Las deudas en dólares fueron convertidas a pesos a una tasa de 1 a 1, mientras que los depósitos bancarios en dólares fueron convertidos a una tasa de $ 1,4 por dólar. La fuerte devaluación implicó también un fogonazo inflacionario que llevó a un desplome del salario real. Mientras tanto, buena parte de los depósitos continuaban atrapados en los bancos, el país estaba en default, la actividad económica se contraía, la tasa de desempleo alcanzaba un máximo inédito desde que el país contaba con estadísticas laborales y la mitad de la población no llegaba con sus ingresos a la línea de pobreza.”

 20 años después

Vista la debacle generada, se podría pensar que todo ese dolor estaba justificado porque en el futuro se iba a estar mejor. Pero si vemos lo que pasó en perspectiva, la imagen no es para nada alentadora. Es cierto, claro, que tras semejante caída, la economía argentina tuvo un fuerte rebote económico. Pero después del rebote…

Los números indican que en materia de crecimiento, Argentina tuvo casi la peor performance de toda la región en estos últimos 20 años. Excluyendo a Venezuela de la muestra, entre el año 2001 y el año 2021 el crecimiento del PBI per cápita acumulado fue de solo 18,6%, mientras que el resto de los 8 países de América del Sur crecieron más que eso. Perú por ejemplo, creció 86,5%, y Chile 57,1%, mucho más que Argentina.

La imagen es aún peor si se compara el 2021 con el mejor año previo a la crisis de fines de los ’90. Entre el año 1998 y el 2021, el crecimiento per cápita de Argentina fue de solo 5,3%, un cuarto de lo que creció Ecuador, por ejemplo, y menos de una décima parte de lo que creció Perú.

¿Qué pasó con las exportaciones? Si bien la devaluación revirtió de corto plazo el déficit de la balanza comercial (transformándolo de hecho en un superávit récord en el año 2002), el crecimiento de las exportaciones fue magro. En la comparación regional Argentina aumentó el volumen exportado solamente un 21,5% en el período, solamente más que Venezuela y Bolivia, mientras todos los demás países consiguieron aumentos mayores.

Entre 2002 y 2018, además, el país fue el que más deterioró su cuenta corriente, que pasó de un superávit de 8% del PBI a un déficit de 5%.

Inflación y devaluación

Otra consecuencia importante del abandono del “1 a 1” fue que, como a corto plazo sobrevino una fuerte recuperación con bajos niveles de inflación, los gobernantes se convencieron de que la soberanía monetaria era la clave de la prosperidad.

Esto dio rienda suelta a los sucesivos ministros de economía y presidentes del Banco Central para aumentar el déficit público e ir utilizando la emisión monetaria para financiarlo. Si bien al principio esto no tuvo graves consecuencias, Argentina es el segundo país del continente que mayor inflación acumuló en los últimos 20 años, nuevamente después del peor ejemplo económico posible: Venezuela.

La inflación y el déficit fiscal infinanciable llevaron a sucesivas devaluaciones de la moneda nacional. Lo que en 2001 costaba $ 1, hoy cuesta $ 207 en el mercado paralelo y el corolario más duro es el nivel de los salarios medidos en moneda dura.

Al dólar paralelo, en octubre de 2021 el salario promedio de la economía estaba 52% por debajo de su nivel previo a la salida de la convertibilidad. Al sobrevaluado dólar oficial, 15% por debajo. No precisamente una historia de éxito notable.

Claves para el futuro

En conclusión, el abandono de la convertibilidad en Argentina, que en su momento fue visto como la mejor forma de recuperar el crecimiento económico y la soberanía monetaria, no puede ser juzgado como una buena medida. En materia de crecimiento, solo tuvimos un rebote, pero la región aprovechó mucho mejor el contexto global de lo que lo hicimos nosotros.

Por otro lado, la recuperación de la soberanía monetaria le hizo creer a los gobernantes que se habían acabado las restricciones para la política económica. El resultado fue la segunda mayor inflación de la región, los controles de cambios y una devaluación que pulverizó entonces y hasta el día de hoy el salario en dólares de los argentinos.

Cierro esta nota con una aclaración importante: no se pide aquí regresar al tipo de cambio fijo, pero no caben dudas que una moneda fuerte y un límite al expansionismo fiscal y monetario del gobierno no pueden faltar si, de aquí en adelante, no queremos repetir una historia tan mediocre como la de los últimos 20 años.

Nota publicada originalmente en El Cronista.

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