El video que muestra por qué no se puede “vivir con lo nuestro”

Iván Carrino / Jueves 5 de octubre de 2017 / Dejá un Comentario

Un supermercado alemán pasó un día sin productos importados. Se vivió una escasez peor que la de Venezuela.

Estuve en Hamburgo en el año 2014. Fue en el marco de un programa de estudios organizado por la Fundación Naumann, que quiso llevarnos a conocer una de las ciudades más desarrolladas y opulentas de Europa. Hamburgo es la segunda ciudad más poblada de Alemania. Tiene 1,9 millones de habitantes, y cuenta con el segundo puerto más grande del viejo continente.

La ciudad es un testimonio de los beneficios del libre comercio. Por su estratégica ubicación geográfica, desde la Edad Media que se erigió en un importante centro comercial.

Sin embargo, su explosión llegó en el siglo XIX. A partir de la segunda mitad del 1800, su población creció rápidamente. En 1888, finalmente la ciudad ingresó en el Zollverein, la Unión Aduanera que establecía aranceles cero para los miembros de la Confederación Germánica.

Hamburgo es hoy la ciudad más rica de Alemania, con un PBI per cápita que se estima en € 62.000 al año. Allí tiene su sede principal la cadena de supermercados EDEKA, fundada nada menos que en el año 1898.

Viva la diversidad

Hace poco más de un mes, los clientes de EDEKA en Hamburgo se encontraron con una sorpresa.

Al ingresar al supermercado, encontraron una imagen extraña para un país desarrollado: una escasez impresionante en casi todas las góndolas del local.

No había prácticamente nada. ¿Qué había pasado?

La cadena de supermercados había decidido mostrar qué es lo que sucedería si sus tiendas decidieran mantener fuera todos los productos importados.

“No hay nada de lo que comemos”, observaba una clienta preocupada.

Una pareja de ancianos se acercó a uno de los empleados, quien le explicaba a la señora:

-       No hay nada de café, nada de té, nada de chocolate…

-       Oh… ¿nada de chocolate?

Preguntó ella, algo sorprendida y decepcionada.

Un resumen de la experiencia puede verse en el video que figura aquí abajo (subtítulos en español disponibles).

EDEKA estaba buscando dar un mensaje acerca de la diversidad que implica el intercambio libre. Cuando las fronteras se abren e ingresan los productos de afuera, el supermercado se vuelve más diverso, y los consumidores tienen una variedad para elegir increíblemente mayor.

Este mismo principio aplica a la inmigración y a la tolerancia con las minorías, ya sea que éstas sean étnicas, de género o de preferencias sexuales.

Una de las clientas comentaba al respecto de la medida:

No tiene sentido, somos un país abierto. Acá no va eso de “los alemanes primero”.

Otro, con un bebé en brazos, sostenía: “El mundo es tan variado como diferentes somos. Y eso es bueno”.

Vivir con lo nuestro

La decisión de EDEKA es un mensaje en dos sentidos. El primero, que la diversidad es buena y nos aporta un mundo más amplio de donde nutrir nuestras propias experiencias. Una persona aprende más si intercambia con “diferentes” que si lo hace todo el tiempo con “iguales”. Así que su acción puede entenderse, en algún punto, como una crítica hacia los sentimientos nacionalistas que hoy están tan de moda en Europa y los Estados Unidos.

Ahora el segundo punto es de especial interés para nuestras latitudes. Es que en nuestro país estamos todavía muy convencidos de que tenemos que “vivir con lo nuestro”, “no importar ni un clavo”, y producir todo puertas adentro para “fortalecer el mercado interno”.

Toda esta sarta de lugares comunes es una condena inevitable a la pobreza. Es que así como el intercambio entre las personas enriquece el espíritu, el intercambio de bienes y servicios nos hace más ricos materialmente.

Considérese lo siguiente: en Argentina las importaciones alcanzan al 10,2% del PBI. Uno podría pensar, entonces, que sin importaciones los argentinos solo deberíamos resignarnos a consumir 90% de lo que consumimos hoy en día. No parece tan grave.

Sin embargo, el problema sería mucho mayor. Es que el 80% de lo que importamos son bienes de capital y bienes intermedios para producir. Es decir que sin importaciones no solo dejaríamos de encontrar bienes importados en las góndolas de los supermercados, sino que muchos productos “de origen nacional”, tampoco existirían, porque necesitan de insumos importados para elaborarse.

 A los proteccionistas de todos los partidos

Restringir importaciones no solo frena la producción y reduce el consumo, sino que le ofrece al consumidor una variedad infinitamente menor de productos para elegir. Esto inevitablemente empeora la situación de los consumidores, pero generándoles ganancias a algunos productores privilegiados por las barreras.

Estos empresarios pueden beneficiarse por tener un mercado cautivo, al que no le quedará otra que comprar “lo nuestro” o “lo único que hay”. El perjuicio social es inocultable.

La acción de EDEKA es una muestra gráfica de cómo cerrarse al mundo perjudica tanto en términos económicos como en términos sociales.

Es un mensaje para los proteccionistas y nacionalistas de todos los partidos y de todo el mundo.

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