Iván Carrino

A Detroit no se le cayó la industria automotriz encima

Creímos que “en Estados Unidos no pasaba” pero las imágenes hablan por sí solas (abajo muchos links).

Detroit entró en bancarrota y la historia que se escucha es, más o menos, la siguiente: la ciudad tuvo su tiempo de esplendor en lo ’50 con el auge de la industria automotriz que, ahora, está en declive. La caída en desgracia de la industria alejó a los ciudadanos, los ingresos fiscales cayeron y, con ellos, la calidad de los servicios y la sostenibilidad de las finanzas públicas.

En este sentido, como afirma Krugman, Detroit es la nueva víctima del libre mercado y la “destrucción creativa” de Schumpeter:

Detroit does seem to have had especially bad governance, but for the most part the city was just an innocent victim of market forces.

What? Market forces have victims? Of course they do. After all, free-market enthusiasts love to quote Joseph Schumpeter about the inevitability of “creative destruction”

Sin embargo, lo primero que hace ruido es que el declive de la industria automotriz parece haber afectado solamente a Detroit pero no a otras ciudades donde se instalaron fábricas y se crearon nuevos puestos de trabajo (“el mundo se nos cayó encima” versión yanqui). En realidad, el problema no es que la competencia internacional destruyó el sector automotriz norteamericano sino que Detroit diseñó una legislación hecha a la medida de los sindicatos, con lo que otras marcas de autos eligieron diferentes destinos para llevar sus inversiones.

Otra cosa que no anduvo en Detroit fueron las muy defendidas políticas keynesianas de estímulos y aumento del gasto público. A partir de la década del 70 se inyectaron cientos de millones de dólares en proyectos edilicios para “crear empleo” e incrementar el nivel de actividad económica. Sin embargo, al no estar dirigidos a satisfacer las necesidades del consumidor, estos proyectos terminaron en grandes fracasos, cargando negativamente las finanzas públicas.

Por otro lado, el estado de Michigan se ubica en el puesto 39 de los 50 estados norteamericanos en términos de su “libertad fiscal”, indicando que tiene un elevado gasto público y altos impuestos.

Además, en su afán de mejorar la visual, el gobierno de Detroit impone severas regulaciones  a los emprendimientos, lo que impide que los pequeños comerciantes “se la rebusquen”. Un programa de gobierno ya cerró 1500 negocios que estaban en falta. Como se observa, la “ciudad motorizada” no muestra el mejor ambiente para la inversión, el desarrollo y la innovación.

Finalmente, a Detroit no se le cayó la industria automotriz encima, sino la codicia de los políticos y los sindicatos que creyeron que podían exprimir sin límites al contribuyente para financiar aventuras de nula rentabilidad social.

El viernes pasado el límite apareció. Tal vez esto sirva para el futuro de la ciudad o para que otras alrededor del mundo no repitan sus errores.

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PD1: Nota positiva: la alta tasa de emigración es una buena noticia porque indica que 1,1 millón de personas (la población pasó de 1,8 millones a 700.000) aproximadamente no se hunden con la ciudad sino que están en proceso de buscar una vida mejor.

PD2: De PD2 se desprende la bondad intrínseca de un mundo sin barreras migratorias.

PD3: acá hay buenísimas fotos de la hoy convertida en una verdadera ciudad fantasma (y en los comentarios un montón de erróneas apreciaciones sobre lo que verdaderamente sucedió). También hay fotos en este link y, la mejor muestra, que acabo de ver gracias a @facundocalegari, es la de Detroiturbex (con una interesante galería del antes y el después de la escuela secundaria técnica Lewis Cass)