Los supuestos problemas de no tener moneda propia

Iván Carrino / Miércoles 18 de marzo de 2015 / Dejá un Comentario

En PanamPost se publicaron dos notas para debatir si la dolarización puede ser una medida beneficiosa para Venezuela (uno de los países con más inflación del mundo y, por tanto, con peor moneda).

El economista venezolano Luis Oliveros responde que “Venezuela no puede dolarizar” y ofrece las desventajas que implica tal sistema:

1.- Pérdida de flexibilidad en la política monetaria, ante la no coincidencia de los ciclos económicos entre el país emisor y el país dolarizado, situación que podría generar shocks a la economía dolarizada.

2.- Cuando un país adopta una moneda extranjera como su moneda de curso legal sacrifica los ingresos por concepto de señoreaje que provienen de la emisión primaria.

3.- Al no tener un banco central, sufre la pérdida de la función de prestamista de última instancia, aspecto que no le permite atender problemas de liquidez del sistema bancario (requiere líneas de crédito con bancos extranjeros).

4.- Los sistemas financieros se vuelven más vulnerables ante choques externos.

5.- Se elimina la posibilidad de utilizar el tipo de cambio como una variable de ajuste ante choques externos.

Abstrayéndonos por un momento del caso puntual de Venezuela, podemos tomar estos argumentos como motivos generales por los que los países deberían tener una moneda propia. Así, el argumento no solo es crítico de la dolarización, sino también del euro, el patrón oro, o sistemas como el de Panamá, que carecen de Banco Central.

Pero analicemos detenidamente cada uno de ellos:

1. Se dice que “pierde flexibilidad” la política monetaria. Esto es cierto. De hecho, si un país abandona su moneda para adoptar la de una nación distinta, no solo pierde flexibilidad, sino que pierde por completo la política monetaria. Y aquí la pregunta se vuelve empírica más que teórica: ¿cuáles han sido los resultados de la flexibilidad de la política monetaria en Venezuela (o, por caso, en Argentina, Ecuador y otros países latinoamericanos)? Lo relevante, entonces, no es si se pierde flexibilidad (que se pierde), sino si eso es peor que no perderla y convivir con el riesgo de que la flexibilidad se transforme en discrecionalidad (que ocurre a menudo).

2. Este punto no debería ser un argumento en favor de la moneda propia, ya que la recaudación de impuestos y, en su defecto, la deuda contraída voluntariamente en el mercado, deberían alcanzar para financiar el gasto público.

3. No tener un prestamista de última instancia no es un problema para Panamá. De hecho, se le atribuye precisamente a la ausencia de ese organismo, la mayor prudencia en la conducta de los bancos del país.

4. Es erróneo asumir que la ausencia de un prestamista de última instancia vuelve al sistema financiero más vulnerable. ¿Por qué no asumir, por el contrario, que lo vuelve más prudente y, por tanto, más sostenible en el largo plazo?

5. ¿Y por qué hay que temerle a los choques externos en primer lugar? Si, dentro de un mismo país, un estado/provincia entra en default (recuérdese el caso de Detroit), claro que eso va a ser un “choque externo” para la economía del estado/provincia vecina. Sin embargo, nadie propone que el estado vecino cree una moneda para contrarrestarlo. Buenas instituciones y mercados flexibles son suficientes para adaptarse a los cambios.

Volviendo al caso de Venezuela, es evidente que sus problemas no se solucionan con un simple cambio de régimen monetario. Pero también es cierto que los miedos a la dolarización y al abandono de la moneda propia están exagerados. Así, de enmarcarse en un plan de cambio institucional profundo, esta medida no tiene por qué descartarse a priori.

paralelo vzla

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