Hayek y la meritocracia

Iván Carrino / Jueves 1 de diciembre de 2022 / Dejá un Comentario

Notas de Clase – Historia del Pensamiento Económico II (FCE-UBA)

Recuerdo que, en el año 2016, la empresa automotriz Chevrolet lanzó un documental titulado “Imaginate vivir en una Meritocracia”.

En su momento, el spot generó una controversia muy grande, ya que la combinación de imágenes de ejecutivos de multinacionales con una voz que decía “imagínate vivir en una meritocracia… en un mundo donde cada persona tiene lo que merece… donde el que llegó, llegó por su cuenta, sin que nadie le regale nada”, encendió un fuerte rechazo. Al menos, en redes sociales y medios de izquierda.

Neoliberalismo y macrismo

Una editorial de “La Izquierda Diario” sostenía por entonces que el comercial hecho por la empresa originaria de Detroit era:

Un verdadero canto al individualismo, basada en la ideología liberal donde las personas son dejadas a su libre competencia, iniciativas y esfuerzo, donde el mercado premiaría a quienes más “recursos” poseen y más esfuerzos realicen. Nada nuevo, por cierto, ya Henry Ford, a partir de sus fábricas en Detroit (EEUU), en 1910, aplicó esta ideología.

Obviamente, tampoco faltó el palo a Macri. Mirta Pacheco, la autora de la nota, continuaba diciendo que:

De esta manera, en una sociedad de meritócratas, “cada persona tiene lo que se merece…” como dice el comercial. Los más de 120 mil despedidos del sector público y privado en el país, habrían obtenido lo que “se merecen”, seguramente por no haber hecho el suficiente esfuerzo para trabajar más; según Chevrolet, en concordancia con el discurso y la ideología del macrismo

Tiempo después, en el año 2019 encontré un video del archifamoso filósofo Darío Sztajnszrajber, quien también asoció la idea de meritocracia a la oposición contra medidas de redistribución del ingreso. Decía Darío Z. que “mucho se le objeta al estado, cuando define políticas de redistribución de riqueza, que lo que hace es no tomar en cuenta el mérito (…) sino que se recompensa al que no se lo merece”.

Ahora bien, el problema de D.Z. con la meritocracia no es que no deba prevalecer, sino que lo que existe no es una verdadera meritocracia. Es decir, no hay un problema con la idea de que a cada quien le vaya mejor según su mérito, pero sí hay un problema con creer que el capitalismo es un sistema donde eso realmente ocurra, como parecería indicar el spot de Chevrolet. O como, al menos, la izquierda interpretó que quería comunicar el spot de Chevrolet.

Para Stanjszrajber el mundo del mérito supone que existe:

Una igualdad en el punto de partida que permite entonces evaluar después en términos meritocráticos cuál de todos los individuos hizo más esfuerzo que el otro. (…)

Ahora: ¿es el punto de partida igual para todos? La meritocracia colapsa en el momento en no puede justificar que los individuos no partimos todos de la misma igualdad de condiciones. Si partimos de situaciones muy distintas, hay algo que no cierra.

La crítica a la falsa meritocracia se cierra diciendo que no es lo mismo cuando hay personas que nacen en un mejor contexto social, educativo y cultural y otras en contextos peores. Esas diferencias de orígenes destruirían la idea de meritocracia, que se supone que los “neoliberales” defienden cuando defienden el “neoliberalismo”.

Igualdad, valor y mérito

Así las cosas, ¿qué tiene que ver Hayek con todo esto?

Bueno, que el economista de origen austriaco escribió, en su libro Los Fundamentos de la Libertad, del año 1959, un capítulo titulado “Igualdad, Valor y Mérito”, donde abordó precisamente este debate.

Lo curioso del asunto, sin embargo, es que para Hayek –a quien ninguno de los autores anteriormente mencionados dudaría de llamar “ultra-neo-liberal”- el concepto de meritocracia era altamente problemático y tenía muy poco que ver con una economía de mercado.

Es que según Hayek existe un sinnúmero de cosas en el mercado que son valoradas, pero sin que a nadie importe demasiado si se ha hecho mucho o poco mérito por obtenerlas. Por ejemplo, y ya que estamos con el tema del mundial, admiramos a futbolistas ultra-talentosos, y podríamos llegar a coincidir en que -en muchas ocasiones- dicho talento es innato. Es decir, no es algo “merecido”.

En palabras de Hayek:

Una buena inteligencia o una magnífica voz, un rostro bello o una mano habilidosa, un cerebro ingenioso o una personalidad atractiva, son en gran medida tan independientes del mérito personal como las oportunidades y experiencias que el poseedor haya tenido.

Es que Hayek también hace referencia a la crítica del desigual punto de partida que tienen los individuos. En este sentido, se pregunta por qué solemos aprobar y defender el valor de la familia para transmitir valores morales, pero al mismo tiempo la rechazamos cuando la familia les transfiere a sus hijos valores materiales. Hayek coincide en que legar una fortuna no constituye un gran mérito para quien la recibe, pero agrega que tampoco constituye “ninguna gran injusticia”. Por este motivo, luego, sostiene que el hecho de “conferir beneficios inmerecidos” no es un argumento válido contra la mecánica hereditaria.

En este punto, el austriaco se opone nada menos que a John Stuart Mill, quien en su clásico Libro V de “Principios de Economía” abogaba por impuestos no progresivos a los ingresos, pero sí estaba a favor de gravar las herencias, puesto que nada veía de censurable “en fijar un límite a lo que una persona puede adquirir por la benevolencia de los demás, sin haber realizado ningún esfuerzo para obtenerlo”.

Otra réplica de Hayek a la crítica de la herencia es que, si los padres no pueden transferir dinero a sus hijos una vez fallecidos, entonces intentarán otros métodos para “acomodarlos” en la sociedad. Y estos serán más costosos, como el amiguismo o el nepotismo.

Esfuerzo, mérito e incentivos

Volviendo a la meritocracia, si ella implica que todos tienen que salir del mismo punto de partida, entonces Hayek no defenderá la meritocracia, y sostendrá que las exigencias de dicha meritocracia son incompatibles con la libertad humana.

Si estuviese dialogando con Darío Z., Hayek le diría que su concepto de “verdadera meritocracia” es un concepto imposible de llevar a la práctica, puesto que es imposible evaluar de alguna forma objetiva el esfuerzo que cada uno emplea en su labor. Pero no solo eso, si a pesar de lo difícil que la tarea es, igualmente premiáramos el esfuerzo en lugar del resultado, y no el valor agregado de cada tarea, terminaríamos en un contexto institucional de pésimos incentivos para el desarrollo.

El intento de lograr un resultado valioso puede ser altamente meritorio, a pesar de su completo fracaso, como el éxito total puede enteramente ser el efecto de un accidente y, por lo tanto, carecer de mérito.

Esto nos recuerda a una frase de Menger (1871) que estudiamos en el curso y que atribuimos al contexto del debate con la teoría objetiva del valor de los marxistas:

Respecto del valor de un diamante, es indiferente que haya sido descubierto por puro azar o que se hayan empleado mil días de duros trabajos en un pozo diamantífero. Y así, en la vida práctica, nadie se pregunta por la historia del origen de un bien; para valorarlo sólo se tiene en cuenta el servicio que puede prestar o al que habría que renunciar caso de no tenerlo.

O sea… ¡Por suerte en las economías capitalistas no nos guiamos por el ambiguo concepto de mérito!

Es que, si así lo hiciéramos, correríamos el riesgo de eliminar los incentivos que llevan a los individuos a perseguir su éxito personal y, con él, lograr el mayor progreso de las sociedades. Hayek arranca su capítulo diciendo: “Si el resultado de la libertad individual no demostrase que ciertas formas de vivir tienen más éxito que otras, muchas de las razones en favor de la libertad se desvanecerían”.

Es que necesitamos la libertad para que haya experimentación. Y esto aplica a todos los niveles: necesitamos la libertad para que los emprendedores encuentren nuevos métodos de producción y nuevos productos y servicios que mejoren nuestra calidad de vida. Y necesitamos la libertad para que todos exploremos cómo realizarnos en la vida sin la persecución de un estado que se crea que sabe más que los propios individuos sobre cómo manejarse.

¿Esfuerzocracia o Valorocracia?

 Es por esto que Hayek rechaza el mérito y ensalza la idea de valor. Las recompensas en una economía de mercado no están en relación al mérito, sino que lo están en relación al valor agregado. Y dicho valor es subjetivo, contingente, y se encuentra en permanente cambio. Antes se valoraba el Tango, ahora se valora el Trap. ¿A alguno le parece injusto? Puede ser, pero no hay mejor parámetro que el de la gente decidiendo en libertad en base a su propia maximización de utilidades. Si los consumidores de Spotify prefieren a Quevedo con Bizarrap antes que a María Callas, no hay forma de volver a la sociedad “meritocrática” en lugar de “valorocrática” que no sea violentando las decisiones libres y soberanas de las personas*.

De ahí que la única justicia compatible con el liberalismo sea la igualdad ante la ley. Y de ahí que, también en las primeras páginas del capítulo Hayek advierta que “la igualdad de los preceptos legales generales y de las normas de conducta social es la única igualdad que conduce a la libertad y que cabe implantar sin destruir la libertad”.

Para resumir: el liberalismo no se opone a la igualdad, siempre que ésta sea una igualdad ante la ley (una igualdad en el trato que el estado le da a todas las personas de una comunidad). Sin embargo, sí se opone a la idea de igualar oportunidades o resultados, porque este objetivo solo puede llevarse a cabo violentando decisiones libres e individuales de las personas y modificándolas por la decisión coactiva del estado.

Finalmente, también se va a oponer a la meritocracia, si por mérito entendemos esfuerzo individual divorciado de cualquier tipo de contexto de origen[1] y cualquier tipo de miramiento hacia el valor añadido que, como sabemos, es de naturaleza exclusivamente subjetiva. Paradójicamente para algunos, entonces, los “neoliberales línea Hayek” no defienden la meritocracia, sino más bien, un esquema donde los premios y castigos sean asignados por las valoraciones individuales de las personas. En ocasiones estas valoraciones guardarán alguna relación con el mérito, esfuerzo y dedicación de los premiados, pero en muchas otras… no.

¡Y no hay ningún problema con eso!

 


[1] Ya en Camino de Servidumbre (1945), Hayek decía: “El hecho de ser imposible pronosticar quién alcanzará la fortuna o a quién azotará la desgracia, el que los premios y castigos no se repartan conforme a las opiniones de alguien acerca de los méritos o deméritos de las diferentes personas, sino que dependan de la capacidad y la suerte de éstas, tiene tanta importancia como que, al establecer las leyes, no seamos capaces de predecir qué personas en particular ganarán y quiénes perderán con su aplicación. Y no pierde rigor este hecho porque en la competencia la ocasión y la suerte sean a menudo tan importantes como la destreza y la sagacidad en la determinación del destino de las personas.”

 

Nota personal: como fiel admirador de la música pop que pasan en radios del tipo “Los 40 principales” recibí millones de veces el comentario de que “eso no es música” y que tiene “poca elaboración” o “es siempre un mismo beat”, etc. Y, sí, pero me gusta, ¿entonces? Entonces como eso ocurre de forma masiva a nivel global, Dua Lipa tiene más ingresos que Los Redonditos de Ricota o que un virtuosísimo violinista.

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