Si te gusta el gasto, bancáte la deuda

Iván Carrino / Viernes 2 de noviembre de 2018 / Dejá un Comentario

Los políticos argentinos odian pagar la deuda, pero aman endeudarse.

Dos más dos es cuatro.

Eso es lo que una maestra de grado le estaba enseñando a sus alumnos en un colegio en los Estados Unidos.

Sin embargo, uno de ellos escribió en una hoja que dos más dos era igual a 22.

(Gráficamente, “2 + 2 = 22”).

La maestra, como cualquiera podría esperar, utilizó toda su capacidad pedagógica para decirle al niño que esa respuesta no era la correcta.

Lo que siguió después fue una increíble concatenación de hechos absurdos, que incluyeron la reprimenda de los directivos del colegio por haberle corregido el error al alumno, y hasta agresiones físicas a la maestra por parte de los padres.

¿Pasó realmente algo así? No podemos afirmarlo, pero la descripción anterior responde a un simpático corto de 10 minutos llamado “Alternative Math”.

El corto es una ironía acerca del mundo actual, donde hasta las cosas más básicas se cuestionan y aparecen como “sujetas a la libre interpretación” de quien observa.

Aunque no lo parezca, algo similar ocurre con la economía argentina y recientemente quedó en evidencia en el debate por la Ley de Presupuesto.

Deuda versus Salud

La semana pasada los argentinos presenciamos como si fuera una película de Ciencia Ficción el debate por la ley de presupuesto que envió el oficialismo a la Cámara Baja.

La escena podía dividirse en dos.

Por un lado, lo que pasaba afuera, donde una banda de inadaptados con nula representación destruían todo a su paso y buscaban la represión policial para decir que “el modelo neoliberal solo cierra con ajuste”. La izquierda típica, que no saca ni 4% en las elecciones pero que va a “debatir” al Congreso con palos y piedras.

Por el otro lado está lo que pasaba adentro, donde la clase política discutía cómo no ajustarse ni a ella ni a su clientela, pero igualmente aprobar un presupuesto con equilibrio fiscal primario.

En el debate por la “ley de leyes” algunos hablaron de la necesidad de equilibrar las cuentas (subiendo impuestos, ya que un 50% del ajuste pasará por ahí), mientras que otros aprovecharon para denunciar el ajuste brutal y el endeudamiento.

El máximo referente de esta tendencia fue nada menos que Axel Kicillof. Al llegar su turno para exponer, el exministro de Economía sintetizó:

“Cada peso que no hay en salud, en educación, en obras; cada peso que te falta a vos, se va a la canaleta de la deuda, la fuga, la timba. El Presupuesto 2019 es invotable porque va en contra de los argentinos.”

El mensaje rememora a viejas épocas de la Argentina, cuando quienes ocupaban el rol que hoy ocupa Kicilllof criticaban que se pagara la deuda externa, en lugar de utilizar ese dinero para dárselo a los pobres o mejorar la educación.

Este reclamo, sin embargo, ignora cuestiones básicas de análisis presupuestario.

Además, cabe recordar que dicho reclamo –en su momento- terminó en el default del 2001, a lo que luego le siguió el abandono de la convertibilidad y un caos económico y social generalizado.

Matemáticas alternativas

Comparar lo que se paga en intereses de la deuda con lo que se gasta en salud, educación y otras cosas “buenas” que hace nuestro “papá estado” puede resultar alucinante para algunos.

Después de todo, los servicios de la deuda se están llevando $ 596.065 millones del plan de gastos para el año que viene, lo que equivale a 3 veces la obra pública, y 2,5 veces lo que se destina a Asignación Universal por Hijo y Asignaciones Familiares.

Ahora bien, ¿tiene algún sentido hacer estas comparaciones? O, dicho de otra forma: ¿es cierto que lo que se lleva la deuda no se lo lleva la salud?

La respuesta es que sí, pero no.

Veamos: si uno pudiera disponer libremente del presupuesto, dejar de pagar la deuda haría que de inmediato el gobierno tuviera disponibles casi $ 600.000 millones para gastar en lo que sea. Por ejemplo, podemos asumir generosamente que Kicillof lo gastaría en Salud y Educación, pero no en sobreprecios para la obra pública.

¿Ahora qué ocurriría luego? Básicamente, que nadie más le prestaría plata a la Argentina, por lo que el déficit cero se volvería perpetuo y todo ese “gasto extra” que hoy se realiza, no se podría realizar más.

Sin nadie que preste dinero, todo gasto público deberá ser primero recaudado por impuestos

¿Y qué implica esto? Que las tan mentada Salud y Educación públicas no podrán ser debidamente provistas.

Es que miremos lo siguiente: en el último año para el que hay datos oficiales, el gasto en Educación se llevó el 6,9% del PBI, casi exactamente el déficit fiscal. O sea que todo el endeudamiento estuvo explicado por ese rubro. De no haber habido deuda, o bien no había plata para la Educación, o bien se recortaba el gasto en algún otro rubro.

Ese otro rubro podría haber sido la salud, que también implicó un gasto estatal de 7% del PBI.

Lo que se extrae de este análisis es que es falso decir que pagar los intereses de la deuda implica no destinar dinero a la salud porque, en realidad, la deuda es lo que permitió gastar en salud y educación en primer lugar.

O sea, lo que estamos diciendo es muy sencillo: la deuda es resultado del déficit fiscal, que no es otra cosa que el resultado de un gasto que no fue cubierto con impuestos.

Y como el dinero es “fungible”, cada peso que el gobierno tomó de deuda, puede haber sido utilizado para pagar obra pública, subsidios energéticos, asignaciones universales, salarios públicos, o bien salud y educación.

Mirar solo la foto del presupuesto y denunciar que “lo que falta en salud” se lo lleva “la canaleta de la deuda” es hacer matemáticas alternativas e ignorar la película completa.

Ahora por sobre todas las cosas, es una idea peligrosa, que puede llevar a acciones demagógicas ya tomadas en el pasado y que terminaron con el aumento de la pobreza, la indigencia y el caos.

Publicado originalmente en ContraEconomía.

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