Entre la libertad y la igualdad

Iván Carrino / Jueves 17 de octubre de 2013 / Dejá un Comentario

En diálogo con Tomás Bulat, dos jóvenes economistas de la generación sub-40, Iván Carrino, analista de la Fundación Libertad y Progreso, y Martín Tetaz, investigador de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), analizan las estrategias para una buena inserción internacional del país y explican el porqué de nuestra incapacidad de pensar en el largo plazo.

Tomás Bulat: ¿Cómo ven el rol de la Argentina en los próximos años? ¿Qué papel está teniendo y cuál debería tener?

Martín Tetaz: Lo primero que quisiera marcar es que Argentina parece subida a la ley de Engel aplicada a China. Es decir, los chinos se están pasando masivamente a la clase media, que consume proteínas, lo que nos permite vender soja. Eso genera un boom que va a terminar cuando acabe de consolidarse la clase media china dentro de veinte años, probablemente. Cuando eso suceda, se va a empezar a consolidar una clase alta o elite china (que puede tener 20 o 30 millones de personas). El desafío es, entonces, qué tipo de bienes vamos a vender nosotros en ese momento.

En los últimos 100 años en el mundo, hubo básicamente tres grandes olas: la primera fue la de los productos agropecuarios, que duró hasta los años 30 y que tuvo que ver con un mundo en guerra que no podía producir alimentos. Argentina se subió a esa ola, la aprovechó muy bien. La segunda fue la de industrialización masiva. La tercera ola es la de la globalización y, aunque esté muy trillado hablar de esto, hay un cambio cualitativo que me parece que a algunos se les está pasando.

Hasta los años 80, la creación de valor era de bienes privados, pero ahora la particularidad tecnológica de creación de valor en el tiempo actual tiene la característica de bienes públicos, en el sentido de que son bienes que exigen mucha inversión para crear la primera unidad del bien, pero nada de costo marginal para copiarlo. Ejemplo de esto es Hollywood. Esta industria es una de las exportaciones más importantes de los EE.UU. y tiene la peculiaridad de que una vez hecha la primera película, es todo ganancia, porque si accedés a un mercado más, el costo marginal es poco. Antes, si vendías autos y conseguías un nuevo mercado donde venderlos, lo tenías que fabricar. Si lográs una nueva plaza para vender soja, hay que cosechar más soja. Pero si conseguís un mercado más para vender películas, no tenés que fabricar más películas, alcanza con la que fabricaste antes. Lo único que tenés que hacer es copiarla. Lo mismo pasa con tecnologías, con marcas, con patentes. Entonces, yo creo que eso da una oportunidad única a la Argentina para subirse a esa ola. Creo que la estamos perdiendo de vista: estamos muy preocupados en cómo nos industrializamos cuando la ola de industrialización ya pasó y el primer mundo no está más interesado en industrializarse. Pareciera que nosotros venimos atrasados unos años en términos conceptuales, pensando que la creación de valor está en la industria cuando está, me parece a mí, en marcas, patentes, arte.

T. B.: O sea, en la economía del excedente, básicamente. Estos años hemos tenido el crecimiento basado en la economía de la necesidad, que es la de la nueva clase media china e india. Hay que pensar en la economía del excedente, cuyo consumo es muy distinto del de la economía de la necesidad.

M. T.: Claro, pero sobre todo el tipo de bien que se fabrica. No existe más un mundo donde se fabrican autos. Sino uno donde se fabrica una marca que se apoya en un auto. Tiene más valor la marca que el auto. Estamos en un mundo en el que la marca de una zapatilla tiene el 95 por ciento del valor de ese calzado. Lo mismo ocurre con los artistas. Tenemos que empezar a crear arte, bienes turísticos, cosas sobre las cuales podemos tener ventajas y empezar a competir de igual a igual.

Iván Carrino: Me quiero sumar a lo que dice Martín. No sé si llamarlos bienes públicos, pero sí se tiende a los servicios y nosotros nos quedamos preocupados por industrializarnos. Nos quedamos con una idea atrasada de que es la industrialización la que genera trabajo y valor agregado. Veo que los países a los que les va bien en el mundo tienen una economía en donde el principal empleador son los servicios. Eso ya te da una idea de hacia dónde va la cosa. Es verdad que está ese crecimiento de China y su demanda de commodities, que parece que nos pone en un lugar extraordinario porque somos exportadores de estas materia primas, pero uno no debería enfocarse mucho en esto, porque Argentina, además de la soja, tiene otras ventajas como sus recursos humanos y su calidad empresarial. En Argentina veo un montón de personas que están emprendiendo cosas nuevas todo el tiempo, a pesar de las regulaciones existentes. También se ve el caso de miles de argentinos que triunfan en el exterior y les va bárbaro: científicos, gente que estudia en las mejores universidades del mundo, etc. Algunos vuelven, otros no, pero triunfan en todos los campos. Lo que me gustaría a mí es ver que todo ese potencial argentino disperso que existe esté acá, porque si eso vuelve y empieza a producir acá, ni siquiera vas a depender de que a China le vaya bien. El país va a ser un vergel de progreso, creación e innovación. La meta es súper ambiciosa, pero es lograble.

¿JUGADA INDIVIDUAL O COLECTIVA?

T. B.: Históricamente, Argentina ha sido la contraparte de Brasil. Cuando se firmó el Mercosur eran dos pares grandes definiendo Sudamérica. Pasaron los años, Argentina ya no cuenta y Brasil es el que maneja casi todas las cuestiones. ¿Qué rol se imaginan en la región para el país? ¿Es uno más individual o puede ser un rol colectivo?

M. T.: El liderazgo es de Brasil y hay que hacerse a la idea de que ese tema está resuelto. Pero creo que Argentina tiene una ventaja comparativa muy grande: el capital humano. Quizás Brasil tiene una ventaja en términos de dotación factorial por tener casi 200 millones de habitantes, mucha mano de obra. Argentina tiene una ventaja por tener muy buen nivel en las universidades, muy buen nivel de capital humano, buenos recursos, buenos investigadores… Creo que ese es el rol regional que puede llegar a cumplir si es que en algún momento se terminara conformando algo así como un bloque regional que caminara más o menos junto. Algo de lo que soy bastante escéptico, por otro lado.

I. C.: Chile es un ejemplo claro del rol individual. En comercio internacional, la jugó solo: no se metió en el Mercosur, hizo tratados de libre comercio con todo el mundo y le ha ido muy bien. Tiene un PBI per cápita mejor que el nuestro, nos pasaron hace poco. Tienen un mejor índice de desarrollo humano. Es verdad que tienen más pobreza que nosotros, aunque depende de cómo se mida. Esos ejemplos a mí me gustan. Creo que Argentina podría tener una apertura unilateral con, tal vez, costos a corto plazo, pero con beneficios en el largo plazo. Eso va a terminar dando un liderazgo regional a la larga y van a volver a escucharnos.

T. B.: Argentina ha tenido etapas de pensarse como potencia. ¿A ustedes ni se les ocurre pensar eso, no?

M. T.: No, porque además ni tiene sentido. Está relacionado a una visión nacionalista que no va más. La frontera entre las naciones es cada vez más difusa. No coincido con Iván en lo de jugárnosla solos. Yo tengo una visión más integracionista. Tal vez el Mercosur no está dando las respuestas que uno esperaba, pero porque no se está avanzando en un proceso de integración.

T. B.: ¿Un tratado de libre comercio es integración?

M. T.: Un tratado de libre comercio es un acuerdo de cooperación entre dos países, no necesariamente es un proceso de integración.

T. B.: ¿Qué prefieren más, la integración o la cooperación?

M. T.: Yo prefiero más la integración que la cooperación.

I. C.: Habría que definir. Veo un tratado de libre comercio como la eliminación de las barreras proteccionistas para que los empresarios pueden hacer negocios sin tantas trabas comerciales. Eso lo llamaría cooperación.

T. B.: La integración que supones es asumir roles. Acordar para que uno se especialice en ciertas cosas y el otro en otras. Es más planificador. El libre comercio no. Se va viendo sobre la marcha. Es más libre mercado.

M. T.: El modelo de integración puede cambiar. Lo cierto es que hay una cuestión estructural argentina importante que no supimos resolver -esto está claro ahora con el cepo cambiario-, que consiste en que cuando crecen las economías, queremos comprar un conjunto de bienes que no producimos. Esto genera el famosos stop and go sistemático, crisis de balanza de pagos. En algún momento, la CEPAL pensó que la respuesta a eso era un proceso de integración que ampliara el tamaño del mercado. Esto iba a posibilitar crear valor en industrias de competencia monopolísticas donde podrían tener más escala de mercado y con costos decrecientes también. Esa visión se abandonó erróneamente en los esquemas de integración actuales. Creo que de algún modo hay que volver a ese esquema de macrorregión que coopere y comercie en conjunto, y que piense que ese comercio sea una plataforma para el cambio de sus estructuras productivas.

MERCADOS Y MATRIZ PRODUCTIVA

T. B.: ¿Producir adentro para consumir adentro o producir adentro para el mundo?

M. T.: Eso no tiene sentido para el tamaño que tenemos. Cuando me hablan de mercado interno, me causa gracia.

T. B.: Claro, es el 0.6 por ciento del mercado mundial.

M. T.: Brasil puede llegar a hablar de mercado interno con 200 millones de habitantes. El mercado interno argentino no existe. Más aun cuando se sale de los grandes centros urbanos. No tenemos ni siquiera un mercado de 40 millones.

T. B.: ¿Por qué esa fascinación con el discurso del mercado interno? ¿Por qué prende tanto? A la Argentina le ha ido mejor cuando ha sido más abierta y no más cerrada.

I. C.: Creo que puede pasar porque cuando le vendés al mercado internacional, lo hacés a precio internacional. La carne conviene venderla afuera más que adentro, porque se paga más. Es un buen entre para decir que no podés dejar a los argentinos sin carne y que lo que se produce acá tiene que quedar acá.

T. B.: En el discurso político el tema del mercado interno es casi unificado, lo cual llama la atención porque es cuestión de ver los números para darse cuenta de que es una tontería.

M. T.: Eso sucede porque nos gustaría ser EE.UU., Alemania o China. Nadie piensa que le gustaría ser Hong Kong, o Nueva Zelanda. El paradigma con el cual nos sentimos identificados son estructuras productivas que ciertamente funcionan con un mercado interno importante. Claro, a China le va muy bien con el mercado interno, pero tiene 1200 millones de habitantes.

T. B.: Históricamente se dijo que Argentina era el granero del mundo. ¿Lo ven el granero de algo en un futuro?

I. C.: Es una ventaja comparativa de la región. Lo que se exporta en productos agrícolas sin transformación y manufactura de origen agropecuario es el 65% de toda la exportación. Obviamente es algo importante y que define a la estructura productiva de la Argentina. Pero para el futuro hay que estar abierto. Con un marco institucional serio, de reglas claras, de respeto por los derechos de propiedad, de austeridad fiscal o equilibrio presupuestario, y permitiendo que los empresarios –que hay y sobran en Argentina- tengan facilidad a estar en blanco y a tomar crédito en un mercado más grande, podemos ser el granero del mundo, pero también podemos ser algo distinto. No me arriesgo a decirlo, pero podemos estar produciendo software de algún tipo

T. B.: Argentina es el mayor generador de puntocom en América Latina.

M. T.: Tenemos que aprovechar las rentas.

T. B.: Explicame qué es aprovechar.

M. T.: Si tenés rentas mineras, las tenés que aprovechar. Si tenés rentas de litio, las tenés que aprovechar. Si tuvieras rentas ictícolas, las tendrías que aprovechar también. Renta quiere decir que hay alguna máquina de hacer dinero que no requiere esfuerzo en alguna parte, que otorga algún beneficio extraordinario. Es como tener un tesoro enterrado en un lugar, ¿lo dejarías enterrado o lo irías a buscar? Yo lo iría a buscar, pero ese no puede ser el leitmotiv. Eso no puede ser todo el desarrollo. La discusión es qué hago con esa renta que voy a sacar.

T. B.: Exactamente.

M. T.: Porque las rentas se van a acabar en algún momento. ¿Qué estoy haciendo con las rentas? ¿Tengo un proyecto de desarrollo atrás? ¿O estoy usando las rentas para pagar la Asignación Universal por Hijo? No me parece mal, pero si usás las rentas para pagar gastos corrientes, el día que se acaben las rentas te vas a quedar sin el gasto corriente, sin la fuente financiera del gasto corriente y sin la fuente de generación de rentas. Sin la gallina de los huevos de oro.

LO QUIERO AHORA…

T. B.: De 1945 a 2010, Argentina ha sido el país con más alta inflación acumulada en el mundo. Acá se dice que la inflación del 25 por ciento es manejable. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué le cuesta a la Argentina tanto organizarse socialmente?

M. T.: Creo que estamos acostumbrados a que la convulsión sea la regla. Venimos de crisis en crisis: primero la crisis política, después tuvimos la democracia, pero también convulsionada. Por algo el tango dice que “el que no llora no mama”. Siempre fue así. Si aprendés a organizarte políticamente sos exitoso. Ahora, el problema de la puja distributiva permanente es que te hace gastar un montón de recursos en la puja, extenuarlos, y no aunarlos para empujar hacia delante. Eso tiene que ver con que hay mucho balance de poderes. Es decir, nunca se dirime esa puja distributiva entre los distintos sectores. Los gremios son muy fuertes, las multinacionales están muy concentradas, el peronismo está más concentrado, etc. Esto hace que la puja argentina no se salde nunca. Y la gente aguanta la inflación de 25 por ciento porque los gremios todavía están poderosos y en la puja también consiguen aumentos salariales de ese porcentaje. Pero mirá lo que está pasando en Venezuela, donde tienen una inflación del 65 por ciento, los salarios no están creciendo a la misma tasa y están al borde del estallido social.

I. C.: Hay que encontrarle una raíz a esto. Te juntás a reclamar cuando hay algo arriba que está distribuyendo. Me parece que lo que pasa en Argentina es que siempre hay alguien que está en capacidad de decidir a quién le va bien y a quién, mal. Esto no es potestad ni del kirchnerismo, ni del menemismo, ni de los militares, ni de los radicales, sino que es una condición sociológica o cultural. El gobierno en Argentina tiene el importante rol de decidir ganadores y perdedores. Tiene demasiadas responsabilidades: resolver el problema de la pobreza, innovar, resolver la salud, las necesidades del fútbol para la gente, congelar el precio del Fernet, etc. El Estado está en todos lados. Cuando existe esa estructura, no te queda otra para triunfar que ir a pedirle al único capacitado para decidir quién gana. Entonces lo mejor que podemos hacer es cortar una calle, hacer escándalo, agruparnos, tomar un colegio, etc. Me parece que ese también es un factor para entender por qué siempre estamos convulsionados.

B. T.: Martín, vos que estudiás sobre economía de la conducta, ¿por qué crees que nos cuesta tanto como sociedad pensar en mediano plazo? ¿Por qué tenemos este comportamiento tan cortoplacista?

M. T.: Una investigación de abril de este año, del economista Kate Chen, de la Universidad de California, encontró que el leguaje es un determinante fundamental en nuestra inclinación para ahorrar más o menos. En su investigación detalló regiones que en su habla separaban más el presente del futuro, y otras donde lo separaban menos. Las regiones que menos separaban, ahorraban más, y, en cambio, las regiones que más lo separaban, consumían más y ahorraban menos. Por ejemplo: en castellano se dice “mañana lloverá”, las dos partes marcan el futuro, está bien separado. En cambio, en chino mandarín la traducción es “mañana llueve”. Ellos dicen “mañana llueve”, “hoy llueve”, “ayer llueve”. Hacen una sola separación temporal.

T. B.: Claro, el concepto de la lluvia es permanente.

M. T.: Se representan mentalmente las distancias temporales como mucho más cortas de lo que nos representamos nosotros. El alemán también separa poquito, en cambio el inglés separa más (tomorrow it will rain). Y hay diferencias de ahorro entre Alemania e Inglaterra. Esta investigación nos enseñó que para tomar la decisión de ahorro y sopesar entre un beneficio presente y un costo futuro, o viceversa, un costo presente -que sería el ahorro, la postergación del consumo- y un beneficio futuro, es crucial cómo nos representamos mentalmente el porvenir. El problema en Argentina, además de hablar un idioma que se representa el futuro como algo muy lejano, es que tenemos el problema del riesgo y la incertidumbre permanente. El riesgo tiene que ver con que acá es probable que te expropien el futuro, porque ya te comieron el plazo fijo, te agarraron con el BONEX, el corralito, te devaluaron los ahorros. A esto se suma el problema de la incertidumbre, porque hay tanta inestabilidad en las reglas que no se puede saber qué va a pasar.

T. B.: Es muy difícil. La pregunta que más tengo yo es: “¿Cúando explota todo?”.

M. T.: Claro, en ese escenario ves un futuro lejano, riesgoso e incierto. Es el cóctel perfecto para no ahorrar. Todo ahora. Dámelo ya. Como decía Keynes, en el largo plazo estamos todos muertos. Y si esta fiesta nos va a costar algo dentro de diez años, lo veremos entonces.

I. C.: No puedo más que coincidir.

OPORTUNIDADES: ENTRE LA IGUALDAD Y LA LIBERTAD

T. B.: Martín va a ser papá muy pronto. Iván, supongamos que vos también. ¿Qué condiciones les gustaría que tenga el país para que sus hijos estén ahí?

M. T.: A mí me gustaría un tipo de país del que todavía estamos muy lejos. Es un país en el cual la provisión de la salud y la de la educación, que es lo que sienta las bases para que todos partamos en igualdad de condiciones, sean universales y de acceso igual para todos. Estamos en un país en el cual accedés a un tipo de educación si tenés plata y otro, si no. Lo mismo pasa con la salud. Eso es terrible. Me gustaría que no haya una diferencia crucial en la calidad de esa salud y esa educación, que son la base de sus futuras oportunidades, en función de los ingresos.

I. C.: Yo en lugar de enfocarme tanto por el lado de la igualdad en salud y educación, me gustaría más una Argentina donde no hubiera pobreza y donde realmente hubiera igualdad de oportunidades en cuanto a la capacidad de cada persona y cada familia de perseguir sus fines sin trabas. Acá hay regulaciones de todo tipo, crisis fiscales cada cinco o seis años que hacen que todo estalle por los aires, inflación altísima, etc. Todo eso genera un techo muy bajo para el desarrollo, donde la gente no puede crecer. Entonces, quiero un país donde no haya pobres, o la pobreza del Indec como mucho, y donde haya posibilidades de desarrollo porque tenemos un mundo más libre. Una vez que se genera eso, se generan inversiones, acumulación de capitales de producción y una mejora para todos.

M. T.: Yo en el tema de liberalizar las oportunidades acuerdo, pero creo que no solo tiene que ver con un sistema de normas. El propio sistema educativo limita de manera notable la capacidad de los individuos para desarrollarse. Es un sistema educativo que tiene más de 200 años. Funcionó bien durante la revolución industrial porque imita la línea de montaje: entrás en primer grado, te meten un montón de conocimientos, pasas por la línea de montaje, hasta que terminás.

T. B.: Sí, con horario de entrada, horario de salida, alineados los pupitres…

M. T.: Es un modelo que no va más y uno de los principales responsables de que no existan las oportunidades de desarrollo de las personas más allá de lo económico. El propio sistema coarta las posibilidades de desarrollo. Cuando planteo una educación de tipo universal, tiene que ver con que la sociedad se está fragmentando mucho no por el capital humano, sino por el capital social que te dan en la escuela. Hoy está probado por los ingresos a las universidades que no es necesariamente mejor la calidad de la educación privada que la pública. Las diferencias no son tan grandes como muchos se imaginan. Donde sí es muy grande la diferencia es en el capital social: hay un fenómeno que no pasaba hace 20 años, los pobres van a la escuela pública, la clase media y media alta, va a la privada. Y si sos clase alta, vas a una privada todavía mejor, donde hay que pagar mucho por mes, con lo que me aseguro que mi hijo sea compañero de otro que tenga también una buena posición socioeconómica. Esto cristaliza las diferencias sociales.

T. B.: Las sociedades son esas dos cosas, una combinación de igualdad y de libertad. Unos hacen más hincapié en la igualdad, otros en la libertad. Si fuéramos todos iguales, la sociedad sería terrible. Por otro lado, la libertad sin ningún tipo de norma ni regla tampoco sirve para nada. Es decir, es esta combinación entre igualdad y libertad lo que necesitamos encontrar para una sociedad mejor.

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