El mito del neoliberalismo endeudador
Los liberales proponen cuentas públicas equilibradas y gasto público bajo.
Todo lo malo que ocurre en nuestro planeta, para la izquierda, es culpa del neoliberalismo.
El capítulo más reciente de esta película pudo verse en vivo y en directo hace unos días, en el piso de un canal de televisión.
Durante el programa Minuto Uno, que va por C5N, el periodista Fernando Alonso estaba mostrando el podio de endeudamiento de los países de América Latina. De acuerdo con los últimos números oficiales publicados por el Ministerio de Finanzas de Argentina, nuestra deuda asciende al 95,4% del PBI, lo que nos lleva al primer puesto de la región.
Detrás nos sigue Brasil, que según la CEPAL tendría un 75% de deuda en relación a su PBI, pero de acuerdo a las más recientes estimaciones del FMI, andaría por el 88%.
Lo interesante fue la conclusión del comentarista, que sugirió que ambos países líderes en endeudamiento público, lo eran porque estaban comandados por gobiernos “neoliberales de derecha”, en alusión a Jair Bolsonaro y a Mauricio Macri.
El razonamiento no es nada nuevo. Es muy frecuente escuchar a este tipo de analistas decir que el neoliberalismo endeuda a los países y así los hunden en la ruina.
Sin embargo, esta afirmación no es más que un nuevo mito.
¿Por qué sube la deuda?
Antes de ir directamente a analizar el mito del neoliberalismo endeudador, sirve mirar la reciente historia del endeudamiento de Argentina y de Brasil.
En el caso de Brasil, la deuda pasó de 61% a 88% del PBI según el Fondo Monetario Internacional. Curiosamente, entre 2011 y 2016 la presidenta de dicho país fue la socialista Dilma Rouseff, durante cuya gestión el índice aumentó en 17 puntos…
Es decir que a primera vista podemos ver que el afán por el gasto público con cargo a deuda no es potestad de ningún partido político en particular.
En el caso de Argentina el brutal ascenso del ratio “Deuda / PBI” no tiene solo que ver con las colocaciones de bonos del gobierno. Si uno mira el monto de la deuda pública bruta, éste pasó de USD 240.000 millones a fines de 2015 a USD 307.600 millones en el tercer trimestre de 2018. Es decir, hubo un aumento neto de USD 67.000 millones.
No obstante, la relación Deuda / PBI se catapultó del 57,0% al 94,5%.
¿Qué ocurrió? Que el Producto Bruto Interno de Argentina, medido en dólares, se desplomó un 42,6% en un año, como consecuencia de la marcada suba del dólar el año pasado.
O sea que, en el caso de Brasil, gran parte del endeudamiento es responsabilidad del “Partido de los Trabajadores”. Y en el caso de Argentina, el espectacular salto en el indicador de referencia tiene no solo que ver con que el gobierno deba más dólares (que los debe, en USD 67.000 millones), sino también con la brutal caída del denominador que forma parte de este clásico índice.
“Consenso de Washington”
Ahora bien, ¿qué hay de cierto en que es propio de gobiernos “de derecha” o “neoliberales” endeudar a los países?
Obviamente, de entrada será difícil definir “derecha” o “neoliberal”, pero sí podemos ver qué dicen el “Consenso de Washington” y un importante teórico del liberalismo económico acerca de estos temas.
Si releemos los 10 puntos del mencionado Consenso, encontramos que nada menos que el primer punto de los 10 sostiene que debe haber “disciplina fiscal”. Es decir, que los gastos y los ingresos de los gobiernos deben equilibrarse, de manera que no haya déficit.
La consecuencia lógica de este punto es que, como en cualquier familia o empresa, si los gastos no superan a los ingresos, no aparece la necesidad de endeudarse.
O sea que si “neoliberalismo” es el Consenso de Washington, llevar la deuda pública a niveles estratosféricos de ninguna manera debería considerarse una política liberal.
La objeción de James M. Buchanan
Otro dato que podemos mirar es el pensamiento de James M. Buchanan, Premio Nobel de Economía, quien desde una postura liberal escribió largamente sobre la deuda y las finanzas públicas.
Para Buchanan, la deuda pública era, ante todo, una inmoralidad, puesto que futuras generaciones debían pagar el costo de decisiones en las que no habían participado.
En algún punto, este argumento podría suavizarse considerando que la deuda pública se contrae para pagar gastos de capital, como puentes, rutas, u otras infraestructuras de largo plazo que las futuras generaciones, si bien no decidieron tener, sí podrán hacer uso de ellas.
Sin embargo, en 1986 Buchanan sostuvo, mirando los datos de gasto público de Estados Unidos que “los déficits fiscales han financiado gastos de consumo, y no gasto de inversión”. Lo mismo podría decirse del gasto público en Argentina: solo el 4,9% de las erogaciones totales del Sector Público no Financiero se destinará a Gasto de Capital.
Esto es un problema, porque para el autor equivale a “talar un árbol de manzanas para hacer leña, eliminando la posibilidad de obtener frutos en el futuro”. Es decir, hay un beneficio de corto plazo a costa de un perjuicio en el plazo más largo, cuando hay que pagar la cuenta.
Por último, Buchanan fue muy crítico de las ideas keynesianas, que abogaban por un expansionismo fiscal en tiempos de crisis para estimular la demanda agregada. En su libro “Democracy in Deficit” (1977) sostuvo que “el legado de Lord Keynes es la legitimidad intelectual que otorgó a la tendencia natural y previsible de los políticos hacia el gasto deficitario, la inflación y el crecimiento del tamaño del gobierno”.
Es por todas estas consideraciones negativas que James Buchanan abogó por una cláusula constitucional que limitara el déficit fiscal y, por tanto, el endeudamiento del gobierno.
Deuda no es Liberalismo
Es común escuchar el argumento de que los gobiernos neoliberales aumentan la deuda hasta que el país estalla. Sin embargo, a la luz de lo que recomendaban tanto el Consenso de Washington como el Premio Nobel James Buchanan, deberíamos replantear la veracidad de esta afirmación.
Es que si hay liberalismo, entonces no aumentará el déficit, y tampoco el nivel de deuda. Ahora si estos sí suben, entonces llamémosle cómo sea, pero no estamos de ningún modo frente a políticas liberales.
Publicada originalmente en ContraEconomía.