Los políticos se equivocan: NO hay que crear empleo

Iván Carrino / Miércoles 25 de octubre de 2017 / Dejá un Comentario

La clave del progreso no es la creación de puestos de trabajo, sino la creación de valor.

Cuántas veces escuchamos a los políticos decir que todo lo que hacen es para “crear empleo”. Como si ellos tuvieran la varita mágica para conseguirlo… repiten una y otra vez lo mismo.

Es más, en tiempos de “la grieta”, parecería que en el tema de los puestos de trabajo, todos se ponen de acuerdo.

Cristina Fernández, mandamás del país por 8 años entre 2007 y 2015, sostenía que la generación de puestos de trabajo era el “objetivo primordial” su modelo económico.

Mauricio Macri, supuestamente ubicado a años luz de distancia del populismo radical kirchnerista, sostiene casi lo mismo: “Mi obsesión es generar más trabajo”, afirma. Cada medida que toma, cada reunión que tiene, la cierra calculando cuántos puestos de trabajo podrían crearse.

Datos, no relatos

Es una lástima que cuando uno mira los números, parece haber un divorcio entre lo que se desea y lo que efectivamente ocurre.

Si bien entre 2007 y 2011 se crearon, en el sector privado formal, 650.000 empleos nuevos, después de instaurar el “cepo” la economía se frenó y la creación de puestos de trabajo privado cayó estrepitosamente. El empleo en el sector más productivo de la economía creció al 1,1% promedio anual durante todo el período, lo mismo que crece la población.

Esta tendencia fue contrarrestada por la maquinaria de contratación del estado. Durante el mismo período, el aumento del empleo público mostró un ritmo en torno al 4% anual. Los empleados públicos pasaron de representar el 43,1% del empleo privado formal en 2012, a 49,4% en diciembre de 2015.

Con Macri la cosa no anduvo mejor. Producto de la pesada herencia recibida, en los primeros seis meses de su gestión el sector privado registrado perdió alrededor de 50 mil puestos. Esta pérdida recién terminó de recuperarse en junio de este año.

Mientras tanto, el peso del empleo estatal siguió creciendo (ya supera el 50%), el desempleo general en el país (ahora que tenemos datos confiables) es superior al promedio de América Latina y el sector informal sigue representando un considerable 34% del mercado laboral.

No hay que crear trabajo, hay que crear valor

Como se observa hasta acá, para “crear trabajo” no es suficiente con las buenas intenciones. Ahora yendo a la cuestión fundamental, lo cierto es que todo el enfoque que nos ofrecen los políticos está equivocado.

Es que la clave del progreso no pasa por “crear empleos”, sino por crear valor.

Piénsese una cosa: si el objetivo del país fuera emplear a la mayor cantidad de gente posible, la receta sería muy sencilla. A partir de mañana, se decreta la destrucción de todas las máquinas de la Argentina y el cierre de nuestras fronteras comerciales.

Estas dos medidas serían verdaderamente extraordinarias para la creación de trabajo. A corto plazo, estaríamos todos “empleados” en la destrucción de las máquinas, llevando el desempleo a 0%. Acto seguido, todos conseguimos trabajo produciendo aquellos bienes que antes fabricaban las máquinas.

Por si eso fuera poco, la demanda de mano de obra explotaría porque también habría que producir todo lo que antes llegaba del extranjero pero ahora está bloqueado.

Sensacional, ¿verdad?

No tanto…

Más empleo, mucha más pobreza

Es cierto que los argentinos a partir de ese momento tendríamos muchas cosas para hacer y  caería el desempleo, ¿pero a qué costo?

Al costo del empobrecimiento generalizado de los 40 millones de habitantes. Sería tal la destrucción de riqueza que veríamos una ola de emigración e incluso muchos compatriotas al borde de la muerte por falta de alimentos baratos o medicamentos esenciales.

Es que la medida equivaldría a querer producir todo lo que compramos en el supermercado dentro de casa y “a mano”. El tiempo que pasaríamos “ocupados” sería tan grande que casi no quedaría resto para dormir o consumir.

La calidad de vida se desplomaría.

Es por eso que la clave del progreso no es la creación de empleos, sino la creación de riqueza. Es decir, la generación de bienes y servicios de valor para los clientes, que incrementen las ganancias de las empresas.

Tener cada vez más empresas, de mayor tamaño y con más inversión redunda en una mayor cantidad de bienes y servicios a precios más accesibles. El beneficio para el consumidor es directo. Pero como efecto positivo colateral, tenemos un aumento genuino de la demanda de mano de obra.

Cuanto más crecen las empresas, más gente necesitan para trabajar y mayores salarios pueden pagar.

El gobierno no debe “crear empleo”, sino limitarse a liberar las energías creativas de los empresarios.

Sin reformas no hay crecimiento

Ahora bien, para liberar estas energías es necesario remover toda la parafernalia de impuestos, trabas y controles que hoy están reprimiendo la economía.

Argentina está en el puesto número 156 en el Índice de Libertad Económica y ocupa la posición 116 en el Informe Haciendo Negocios del Banco Mundial. Arriesgar e invertir en el país es un deporte extremo, gracias a las regulaciones, la inflación, y la carga tributaria.

Más que “obsesionarse” por los puestos de puestos de trabajo, el gobierno debería preocuparse por quitarles el pie de encima a los verdaderos creadores de riqueza.

En esto deberían consistir las “reformas estructurales” de las que hoy tanto se habla.

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