Argumentos rothbardianos para no pagar a los holdouts

Iván Carrino / Sábado 16 de agosto de 2014 / Dejá un Comentario

Leo un interesante post de Lucas Llach sobre los costos del default y pienso:

1) Me parece razonable su postura respecto del argumento de Roque Fernández. ¿En 2001, fue el default el que generó la crisis, o fue la crisis la que terminó derivando en el default?

2) A través del post, llego al artículo de Juan Pablo Nicolini sobre por qué argentina no debería pagarle a los holdouts:

Pero el verdadero motivo por el cual voto por no pagar, es porque somos un país (por lo que de manera abrumadoramente mayoritaria muestran nuestros representantes) que considera que pagar las deudas no es legítimo. Y elijo vivir en el país que tengo, no en el que me gustaría tener. Voto por no pagar, porque no quiero que mi gobierno, en las próximas décadas, pueda pedir prestado. No quiero deudas al 10% ni al 8%, no mucho menos al 14% (tasas que gobiernos provinciales aceptaron durante la década de los 90) tasas que son muy difíciles pagar. Son tasas de tarjeta de crédito, el peor crédito que existe.

Con la gracia de la experiencia, reniego del plan Brady. Ojalá no lo hubiéramos aceptado nunca. Me imagino la Argentina que tendríamos hoy si desde 1970 a la fecha, no hubiéramos podido pedir prestado. Ojalá hubiéramos hecho como mi abuelo.

El argumento me sonó muy parecido al alguna vez ofrecido por Murray Rothbard, quien explicaba:

Aparte del argumento de la moralidad o santidad del contrato contra el repudio que ya hemos explicado, el argumento económico habitual es que ese repudio es desastroso porque quién en su sano juicio volvería a prestar a un gobierno repudiante. Pero el contraargumento eficaz se ha considerado raras veces: ¿por qué debería inyectarse más capital privado en las ratoneras del gobierno? Es precisamente la eliminación de futuros créditos públicos lo que constituye uno de los principales argumentos para el repudio, pues significa secar beneficiosamente un canal de destrucción inútil de los ahorros de la gente. Lo que queremos son ahorros abundantes e inversión en empresas privadas y un gobierno delgado austero, de bajo presupuesto, mínimo. El pueblo y la economía solo pueden hacerse grandes y poderosos cuando el gobierno es frugal y enclenque.

Muy bien, por demás interesante, y mucho más aún si se considera (leyendo todo el artículo) los motivos éticos por los cuales una deuda pública debería repudiarse.

 Sin embargo, hay un problema y el mismo gobierno kirchnerista se ha encargado de mostrárnoslo.

Si no hay deuda pública debido al cierre del mercado de capitalies para nuestro país ¿significa eso que nuestro gobierno vivirá “dentro de sus posibilidades”?

Lamentablemente ese no es el caso, porque el gobierno no solo tiene los impuestos de la gente sino la ventanilla del Banco Central lista para monetizar todo título público por más ridículo que sea su valor de mercado. No extraña, entonces que la inflación sea récord a nivel regional en un mundo que ya no padece inflación de dos dígitos. Además, un gobierno intervencionista no se detiene frente a la falta de crédito externo, sino que, cuando incluso la imprenta no da abasto, va por los ahorros privados, algo que también verificamos con al estatización de las AFJP.

Finalmente, las opciones no son “default vs. austeridad” (ojalá así fuera), sino “default vs. megainflación y expropiaciones” y ahí la cosa se pone, al menos, un poco más difícil.

Rothbard

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