Argentina puede volver a ser un país rico

Iván Carrino / Lunes 16 de mayo de 2016 / Dejá un Comentario

Versión completa de la nota que el 8 de mayo me publicó el Diario La Nación.

La pregunta que todos parecen hacerse en la Argentina de hoy es si, en algún momento, las medidas económicas que se están tomando nos permitirán volver a crecer. Según el Fondo Monetario Internacional, el Producto Bruto caerá un 1% este año, a lo que se agrega una inflación que trepará a niveles de entre el 32% y el 35% anual.

La situación de estanflación no debería sorprendernos. Después de todo, es la misma que venimos arrastrando hace ya cinco años. Además, siempre que se intentó salir de esquemas populistas, el resultado fue el mismo: salto en los precios, caída del PBI y reducción del salario real. Lamentablemente, las fiestas hay que pagarlas tarde o temprano.

Ahora bien, volviendo a la pregunta inicial, me permito ser más optimista que el resto. Argentina no solo podría volver a crecer hacia finales de este año, reduciendo considerablemente la inflación, sino que puede volver a ser un país próspero, tal como lo fue a principios de siglo.

En 1913 llegamos a ser el noveno país más rico del mundo y éramos un polo de atracción para los inmigrantes. En este sentido, veo probable que podamos recuperar ese brillo, pero solo si se cumplen dos condiciones.

La primera es que el gobierno efectivamente pueda superar la pesada herencia que dejaron doce años de populismo exacerbado. Las bombas heredadas en el plano macroeconómico fueron el control de cambios, la inflación reprimida, el déficit fiscal más alto de los últimos 25 años y la situación de desacato frente a la justicia norteamericana por el caso de los llamados “fondos buitre”.

Si el nuevo gobierno puede dar cierto orden y previsibilidad en este nivel, sin duda que mucho será lo que hayamos ganado.

Sin embargo, todavía falta la segunda condición, que es la de cambiar radicalmente nuestro ecosistema para hacer negocios.

Las personas podemos ser verdaderos creadores de riqueza.  Cuando emprendemos una actividad productiva, creamos algo innovador, o sencillamente ofrecemos un servicio que satisface las necesidades de nuestros conciudadanos, estamos agregándole valor a la sociedad. En este sentido, los empresarios y los emprendedores constituyen la semilla del progreso para cualquier país.

Sin embargo, en el nuestro, emprender se ha convertido en una tarea casi imposible. Los argentinos pagamos 96 impuestos diferentes, la presión fiscal es similar a la de Gran Bretaña y cada ciudadano en edad de trabajar debe gastar $ 69.900 al año para sostener al Estado. Además, según el Banco Mundial, los impuestos que pagan representan el 139% de las ganancias de las empresas.

Por si esto fuera poco, Argentina cuenta con una economía cerrada al comercio mundial, con mercados laborales y de bienes excesivamente rígidos, y con subsidios de todo tipo destinados a sostener las actividades más increíbles.

Además, la burocracia y las regulaciones están a la orden del día. En nuestro país, constituir una empresa legalmente toma 25 días, 14 procedimientos burocráticos y cuesta el 9,7% del PBI per cápita. En Nueva Zelandia, por el contrario, el trámite lleva medio día, un procedimiento burocrático y cuesta el 0,3% del ingreso per cápita.

No extraña que nosotros ocupemos el puesto 121 del Índice Haciendo Negocios del Banco Mundial, mientras ellos ocupan el segundo. Finalmente, tampoco debería sorprender que su nivel de vida, medido por ingresos, sea cuatro veces el nuestro.

En la actualidad el gobierno busca lidiar con las bombas heredadas de la economía K. Es decir, se está enfocando en la primera condición.

De cara al futuro, debería poner especial énfasis en la segunda condición que describimos aquí. Si comprende que la semilla del progreso descansa en la creatividad y la iniciativa de los privados, y que su rol principal es sacarles el pie de encima reduciendo impuestos y removiendo trabas, estaremos transitando por la buena senda.

Argentina no solo se transformará en un país mucho más libre, sino que muy probablemente vuelva a formar parte del club de los países ricos. Un club que nunca deberíamos haber abandonado.

bs-as

Una versión resumida de este artículo fue publicada en el Diario La Nación.

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